jueves, 5 de marzo de 2015

Entrevista a Rodolfo Martínez, editor de Sportula


 Rodolfo Martínez es, sin duda, uno de los nombres más conocidos en el entorno de la ciencia ficción y la fantasía de nuestro país. No solo es un escritor prolífico, sino que ha sido siempre un colaborador y promotor activo del género en sí, participando en fanzines, asociaciones, convenciones y todo tipo de actividades relacionadas con el fantástico. Esta afición se cruzó con su propia actividad como escritor cuando decidió fundar su propia editorial para tomar el control de sus publicaciones, y así nació Sportula, que poco a poco iría creciendo para empezar a editar también a otros autores. Sportula, como plataforma de edición y venta de obras de ficción especulativa, tanto en digital como en papel, se ha convertido en un referente del panorama actual: Rodolfo Martínez está marcando una dirección íntegra y prometedora, combinando la edición tradicional con la demanda cada vez mayor de libros electrónicos dignos.

Es difícil entrevistar a alguien como Rodolfo Martínez. ¿Cuántas entrevistas habrá contestado a lo largo de su vida? Serían difíciles de contar. ¿Es posible encontrar nuevas preguntas, preguntas que no haya contestado ya mil veces? Si queréis saber más sobre él y sobre sus obras, todo lo que pueda interesaros está en su página web, aquí. Si queréis conocer más de su labor como editor, os recomiendo que no dejéis de visitar Sportula o de ver los libros que tenemos a la venta aquí, en LEKTU. Por ahora, vamos a intentar hablar de influencias, del proceso de escritura y de los retos de la edición.

En LEKTU hemos querido meternos en su cabeza y conocer un poco más sus gustos y manías como escritor, sus intereses y experiencias como editor. Espero que os guste.

Entrevista a Rodolfo Martínez

Gabriella: Se ha hablado mucho de tu trayectoria como escritor de ciencia ficción; el ciclo de Drímar es un referente en el género especulativo en nuestro país. Pero también tienes otro tipo de obra, donde abundan los homenajes a otros escritores y a sus grandes personajes de ficción. Destaca, cómo no, Sherlock Holmes. Como aficionado holmesiano, ¿qué relato del detective es tu preferido? ¿Y qué adaptación o versión (en literatura, cine, televisión…) es tu favorita?

Rodolfo: Es difícil elegir una sola historia. Tal vez El signo de los cuatro, la segunda novela de Conan Doyle.  En parte porque termina de sentar definitivamente las bases de la novela-problema británica, en parte porque Holmes brilla en sus páginas como pocas veces y en parte por el modo tranquilo, paulatino, como de pasada, en el que Watson va introduciendo sus sentimientos hacia Mary Morstan en medio de la trama policíaca. Quizá no es la mejor novela de Holmes, pero sí me parece la más equilibrada en sus distintos elementos narrativos.
Adaptaciones… hay muchas que me gustan.

Entre los pastiches literarios mi favorito siempre ha sido Adiós, Sherlock Holmes, de Robert Lee Hall, que es capaz de ser totalmente coherente con el canon y, al mismo tiempo, darle un giro de ciento ochenta grados realmente genial y brillante a lo que Holmes y su mitología significan realmente.
En cine, Asesinato por decreto, donde un Holmes encarnado por Christopher Plummer se enfrenta a Jack el Destripador (algo que los fans siempre hemos querido ver) ayudado por un James Mason crepuscular y sentimental que interpreta a Watson. 
Y en televisión, no me cabe duda, el Sherlock creado por Moffat para la BBC. Una puesta al día de los mitos holmesianos sumamente inteligente y divertida y que es la prueba viviente de que el detective de Baker Street, como icono de la cultura popular, aún tiene cuerda para rato.

G.: ¿Cuál dirías que es tu debilidad como escritor, un defecto con el que siempre hayas lidiado? ¿Y tu mayor virtud?
R.: Diría que la pereza y la impaciencia. Ambas se confabulan para que no trabaje lo que escribo todo lo que debería. Soy consciente de que con trabajo duro algunas de mis novelas mejorarían considerablemente, pero soy incapaz de dedicarles ese trabajo. Por un lado está la impaciencia por considerarlas acabadas y, por el otro, la pereza que hace que me resulte muuuuy difícil repasar una y otra vez, reconstruir, replantearme… Lo hago (y lo hago ahora mucho más que cuando era más joven), pero ni de lejos tanto como debería.
¿Mi mayor virtud? Me gusta creer que la capacidad para improvisar y para entusiasmarme con lo que escribo, para dejarme llevar por un rapto creativo febril y seguir hasta el final, sin importar las consecuencias, sin temor a estrellarme o a fracasar, pendiente solo del hilo de la historia, incapaz de no seguirlo hasta el final, me lleve donde me lleve y sin tener en cuenta los riesgos o la posibilidad de no saber estar a la altura de lo que la trama y los personajes me piden. Nunca me han echado para atrás los riesgos narrativos, la idea de adentrarme literariamente en sitios donde nunca he estado. Sospecho que porque no los veo como riesgos o retos, sino como algo que puede resultar endemoniadamente divertido.
Y al fin y al cabo, ese es el motivo principal por el que empecé a escribir y por el que lo sigo haciendo, treinta y ocho años después: es la cosa más condenadamente divertida del mundo. Bueno, la segunda. Pero la primera cansa mucho. Y sudas.

«Nos movemos en un terreno que es desconocido para todos y ni los gurús de lo digital ni los adalides de lo impreso saben realmente lo que va a pasar.»

G.: Alguna vez has comentado que eres un escritor de brújula, que prefieres tirar millas para disfrutar del proceso en vez de cuadricularlo todo demasiado con una planificación. ¿Podrías hablarnos un poco más de tu proceso de escritura?
R.: Soy muy caótico. Eso significa que, cuando me siento a escribir una novela, tengo muy claro el arranque y una idea bastante aproximada de dónde puede desembocar. Pero nada más. Es el proceso en sí de es escribir las primeras páginas lo que me da las claves que necesito para seguir.
Me da, por un lado, una voz narrativa, un narrador, un punto de vista: puede ser una primera persona, o una tercera omnisciente, o una tercera que adopta un punto de vista concreto o un ente colectivo que habla en plural, o un profeta que narra en futuro o… Una vez he encontrado la voz es como ponerme una máscara, un disfraz, ya no soy yo quien cuenta la historia, sino él… o ella, que no sería la primera vez que uso una narradora. De hecho, me gusta hacerlo.

Me da otra cosa. Esas primeras páginas me dan un atisbo de estructura. Como si me mostrasen la forma que va a tener el armazón que sostiene la novela: los cimientos, las vigas, las columnas, el esqueleto del que va a colgar todo y que debe ser lo bastante robusto y de la forma adecuada para que quepa todo.
Sí, dije que era caótico. Precisamente por eso, necesito tener muy clara la estructura narrativa de la novela, para no perderme por el camino. Esas primeras páginas (digamos dos o tres capítulos, tal vez) me la desvelan, en cierto modo. Una vez desvelada, sigo sin saber qué aspecto final tendrá el asunto, pero al menos sé alrededor de qué patrón se va a construir.
En ese momento, encontrada la estructura y la voz, respiro tranquilo. La novela se escribirá. Ahora solo es cuestión de ir haciéndola avanzar. Me dejo llevar por lo que he escrito, por el ambiente, el atisbo de historia y los personajes que he creado y trato, simplemente, de ser coherente con todo eso. Y, por el camino, voy descubriendo lo que quería contar: que no siempre es lo que al principio pensaba que quería, por cierto. Personajes, entornos o situaciones que creas para un momento concreto, por pura necesidad narrativa de ese instante, de pronto descubres que son más importantes de lo que parecen y acaban dándole a la historia una textura más rica y creíble.



Mientras avanzo, no pienso mucho en el futuro. Sé de dónde he partido. Sé adónde quiero llegar. Es, simplemente, cuestión de seguir caminando. A veces, es cierto, pienso en escenas concretas, en ciertos momentos que sé que tendrán lugar más adelante, aunque no estoy seguro de cuándo. A veces esos momentos, en efecto, encuentran su lugar en la novela. Otros, quedan en mi mente y nunca pasan al papel: parecían adecuados cuando se me ocurrieron, pero cuando llega el momento de plasmarlos, la historia ya no los permite.



 Hay una excepción en todo eso, y no porque en ese caso haya usado un esquema detallado, sino por todo lo contrario. Hablo de mi novela Sondela, que escribí sin tener ni idea de cuál era la estructura ni, mucho menos, cuál iba a ser la conclusión. De hecho, ni siquiera me la planteé como una novela, sino como un relato en un escenario que me gustaba. Pero un primer relato sugirió un segundo; y este, un tercero, y cuando me di cuenta estaba escribiendo de un modo febril (fue un mes en el que casi no hice nada más) sin saber adónde iba, simplemente, fascinado por el viaje. Y, de un modo… iba a decir mágico, pero como racionalista convencido que soy no creo en la magia, así que digamos tan solo que de un modo sorprendente, todo encajó, la historia fluyó hacia su conclusión natural y, cuando llegó el momento de cerrarla, todo estaba donde debía. Ha sido uno de los momentos más intensos de mi vida como escritor, totalmente entregado a lo que escribía, incapaz de parar y disfrutando como nunca.

He de aclarar, por cierto, que soy de esos escritores que disfrutan con el acto en sí de escribir, de estar sentado frente al monitor dejando que la historia fluya de mi mente a mis dedos, de estos al teclado y de este a la página en blanco. Conozco colegas que disfrutan del proceso previo a la escritura (la planificación, la documentación, la elaboración de las líneas narrativas maestras) pero el momento concreto de escribir es para ellos arduo y poco grato: algo necesario para dar forma a lo que tenían en mente, pero nada placentero. Para mí es justo al revés y creo que eso se debe en buena medida a mi forma de escribir, al hecho de que, en cierto modo, voy descubriendo la historia a medida que la cuento.


G.: Muchos escritores aseguran que descubren el amor por la escritura a raíz de lo que leen de niños y adolescentes. ¿Qué leías con quince años? ¿Y qué lees ahora mismo, esta misma semana?
R.: Sí, también es mi caso. Soy lector voraz desde que tengo memoria; seguramente desde que aprendí a leer. Empecé a escribir con doce años, sin tener ni la menor idea de qué significaba eso (creo que por suerte; de haber sabido lo que realmente implicaba, tal vez no lo habría hecho), simplemente llevado por la necesidad de contar algo.

A los quince… a los quince, me temo que estaba marcado, casi diría que obsesionado, por la reciente lectura de El señor de los anillos, hasta el extremo de que me pasé los cuatro años siguientes, más o menos, embarcado en la realización de mi saga épica particular: no solo la escritura de una novela (en, lógicamente, tres partes), sino de poemas, alfabetos, idiomas, relatos breves que narraban el pasado del escenario. Además de crear varios mapas.
Luego, llegó un día en que me di cuenta de que lo que estaba haciendo no le llegaba ni a la suela de los zapatos a lo que quería imitar. Así que, antes que hacer una Dragonlance más, decidí parar, simplemente y dedicarme a otras cosas.
No me arrepiento ni considero haber malgastado el tiempo. Esos cuatro años fueron un aprendizaje intenso. Y me han servido de mucho posteriormente. Aprendí un montón de cosas que me han sido muy útiles.
La más importante, tal vez: sé tú mismo, por mucho que admires a otros. Una idea que pude parecer paradójica viniendo de alguien que, como yo, es una amalgama de influencias procedentes de millones de sitios distintos (“a nosotros nos influía todo”, dijo una vez McCartney hablando de los Beatles), pero es cierto. Sé tú mismo: cuenta lo que quieres contar y hazlo como te lo pide el cuerpo, como tú quieres, como tú sientes que es correcto.

En cuanto a lo que leo ahora… es curioso, porque estoy releyendo (por nosecuantagésima vez) El señor de los anillos. La culpa la tiene el haber estado oyendo las bandas sonoras de las películas demasiado a menudo estas últimas semanas.
Aparte de eso, y por desgracia, la mayoría de lo que leo últimamente es material que me envían para Sportula. Digo “por desgracia”, no porque sea malo (hay de todo), sino porque me quita tiempo para leer por puro placer.
Confieso, además, que soy un animal de relecturas, más que de primeras lecturas. De hecho, es en la segunda lectura donde decido si una novela me gusta o no de verdad. Suelo leer muy rápido y, a esa velocidad, en la lectura inicial ciertos elementos concretos pueden deslumbrarme y puedo pasar por alto determinados defectos. En la relectura eso no pasa y me resulta más fácil verle las costuras a la novela. Fue lo que me pasó con Neuromante, por ejemplo: me deslumbró la primera vez que la leí. Intenté releerla varias veces y nunca he sido capaz de ir más allá de unas pocas páginas: se me hacía plomiza y, sobre todo, impostada, falsa.

En cambio, los libros que aguantan una segunda lectura seguramente acabarán teniendo una tercera y puede que una cuarta. El caso de El señor de los anillos es especial: he perdido la cuenta de las veces que lo he leído, pero superan la veintena con facilidad. De hecho es, junto con Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y Yo, Claudio de Robert Graves, el libro que más veces he leído.


«Sé tú mismo: cuenta lo que quieres contar y hazlo como te lo pide el cuerpo, como tú quieres, como tú sientes que es correcto.»


G.: Hablando de tener quince años… Imagínate que tienes una máquina del tiempo. Aparte de hacer lo típico (acabar con Hitler, liarte con tu bisabuela, etc.), te das cuenta de que tienes la oportunidad de decirle algo fundamental a tu yo más joven, a tu yo de cuando empezabas a escribir. ¿Qué consejo crees que le ahorraría más dolores de cabeza?
R.: Ni idea. Además, recuerdo bastante bien mis quince años: lo más probable es que no me hubiera hecho ni puñetero caso a mí mismo, me aconsejara lo que me aconsejara. Estaba demasiado convencido de saberlo todo como para permitir que nadie me aconsejase, ni siquiera mi yo futuro, al que seguramente vería como un viejales arrogante que pensaba que lo sabía todo y que no comprendía la exuberancia de la juventud.

G.: Siguiendo con lo del pasado, ¿cuál fue el detonante de Sportula? ¿Qué estaba pasando en el momento en que pensaste que ibas a montar una editorial tú mismo?
R.: Podría decir que fue un cúmulo de casualidades, pero eso solo es cierto si partimos de la base de que el inconsciente no existe.
El proceso visible fue sencillo: había terminado de escribir El adepto de la Reina y estaba teniendo problemas para conseguir publicarla. Los editores que me interesaban no estaban muy por la labor y los que podrían estarlo, no me interesaban. Así que me dije, “hazlo tú mismo, ¿por qué no? Prueba”. El momento tecnológico era el adecuado y no fue ni sencillo ni caro arrancar.
Del mismo modo, empezar a publicar a otros autores también pasó un poco por casualidad. Empezaron a ofrecerme material. Alguno me gustó y de nuevo decidí que por qué no.
Pero sospecho que el proceso “invisible”, el que se estuvo cociendo en la parte de atrás de mi cabeza fue más tortuoso y que, tal vez, desde la época en que ayudaba a José Luis Rendueles con su fanzine Parsifal (me encargaba principalmente de la maquetación y el aspecto visual), la idea de trabajar en labores editoriales se aposentó en algún oscuro rinconcete de mi mente. De algún modo descubrí que la idea de controlar al 100% el resultado de un libro me gustaba y que la idea de editar material de otros autores me resultaba atractiva. Así que, poco a poco, con toda la prudencia del mundo, eché a andar por ese camino. Y no me arrepiento.


G.: ¿Qué es lo que menos te gusta de tu labor como editor? ¿Cuál es esa tarea que querrías pagarle a otra persona para no tener que hacerla tú?
Los aspectos administrativo/burocráticos del asunto, principalmente. El papeleo. Odio el maldito papeleo.
Todo lo demás, en cambio, me encanta: involucrarme en el proceso de dar forma al libro hasta que está listo para su publicación… bueno, no diré que es tan divertido como escribir, pero no anda muy lejos.

G.: Alucinadas, el compendio de ci-fi escrita por mujeres, publicado inicialmente por Palabaristas como e-book, saldrá en papel con Sportula. Es una obra que considero representativa de una nueva versatilidad de formatos, una muestra de la oportunidad que tienen ahora los escritores de obtener nuevas salidas editoriales a raíz de su movimiento en el ámbito digital. Estamos acostumbrados a que primero salga un libro físico y que luego se produzca el e-book, pero llama la atención que cada vez haya más casos en los que ocurre lo contrario, en los que un autor digital atrae la atención de una editorial “tradicional”. ¿Por qué elegiste Alucinadas? ¿Y qué crees que debe tener un e-book para resultarle atractivo a un editor para publicarla en papel?

 R.: Cuando me enteré del proyecto y luego leí el e-book pensé que era una lástima que algo así se me hubiera escapado, que habría sido un libro perfecto para Sportula y que habría encajado perfectamente en la línea editorial que sigo (si es que sigo alguna, que está por ver). Teniendo en cuenta que en estos últimos años las antologías temáticas han sido uno de los pilares de Sportula, algo como Alucinadas me venía como anillo al dedo. Pero se me habían adelantado. Lástima.
Hasta que Cristina Jurado se puso en contacto conmigo para tantear la posibilidad de una edición en papel. No me lo pensé mucho, la verdad. Me lancé sobre la oferta enseguida.
En cuanto a qué debe tener un e-book para que a un editor le interesa sacarlo en papel: bueno, debe ser un buen libro, sin duda. Y creo que no hay mucho más. Digamos que debe ser un libro que, si hubiera caído en manos del editor por otros medios, este lo habría visto como algo interesante que publicar.

G.: Fuiste uno de los primeros editores que apostó por LEKTU, ¿cuál ha sido experiencia en la plataforma?

La experiencia ha sido positiva en prácticamente todos los aspectos. Me ha parecido una plataforma bien diseñada, sencilla de usar para los editores a la hora de dar de alta los títulos y muy flexible, por no mencionar que nuestras sugerencias siempre se han tenido en cuenta. Como plataforma de venta, la veo cómoda y usable, sencilla y eficaz, que son dos de mis principales mandamientos cuando intento yo mismo crear una web.
En aspectos puramente comerciales, no tengo queja. LEKTU es ahora mismo, después de Amazon y de la propia web de Sportula, la tercera plataforma en la que mejor se venden nuestros libros. Y creo que eso irá a más.

«Lektu es ahora mismo, después de Amazon y de la propia web de Sportula, la tercera plataforma en la que mejor se venden nuestros libros. Y creo que eso irá a más.»

G.: ¿Cómo ves el panorama editorial digital y cuál crees que es su futuro?
Respecto a su futuro: ni idea, así de sencillo. Creo, además, que cualquiera que diga que sabe cómo será el futuro editorial o miente o se engaña a sí mismo. Nos movemos en un terreno que es desconocido para todos y ni los gurús de lo digital ni los adalides de lo impreso saben realmente lo que va a pasar. Eso responde un poco a la primera parte de la pregunta también, porque el momento presente es de una incertidumbre total, absoluta. Eso, que puede causarles pánico a algunos (y a buena parte de la industria editorial tradicional parece que se lo causa y mucho) puede ser una oportunidad para otros. Todo depende de cómo te lleves con el caos y, sobre todo, de que abandones cualquier esperanza de controlar el proceso. Lo único que conseguirás con eso, me temo, es ser destrozado por el tsunami.


G.: Para terminar, me gustaría hacerte una pregunta clásica: ¿dónde te gustaría estar dentro de cinco años, como escritor y como editor?
¿Dónde me gustaría? Hombre, vendiendo millones de ejemplares, tanto de los libros escritos por mí como de los publicados por Sportula.
Como la probabilidad de que eso pase es ligeramente inferior al 100% (y, cuando digo “ligeramente” quiero decir que es tan ligera que ni se ve), seamos un poco realistas.
En cinco años, como editor, me gustaría haber alcanzado la masa crítica de lectores habituales suficiente para relajarme y dejar que las cosas sigan su curso y permitirme de vez en cuando algún experimento editorial arriesgado que, ahora mismo, ni puedo plantearme. Haber alcanzado, digamos, una meseta, un lugar estable.
Como escritor, no sé qué decir. Igual que ahora en el sentido de seguir escribiendo lo que me dé la gana cuando me dé la gana y como me dé la gana, sin preocuparme de sus posibilidades comerciales.
Lo demás… bueno, ya vendrá lo que tenga que venir. 

Muchísimas gracias a Rodolfo por contestar a mis preguntas. Y, ya sabéis, si tenéis algo que comentar o aportar, para eso quedan abiertos los comentarios.

- Gabriela Campbell

jueves, 12 de febrero de 2015

Las 10 cosas que le pido a un ebook



Hay quien dice que la publicación digital aún está en pañales en España. Aunque yo diría que esto ya no es cierto, tampoco hemos conseguido todavía que deje de chuparse el dedo ni de hacerse pipí en la cama. Parece haber una creencia generalizada de que el ebook no es más que un archivo, una fuente de texto que no necesita de las mismas exigencias que un libro físico. Los resultados de esta perspectiva pueden ser desastrosos. Este desastre tiende a llevar, una y otra vez, al debate sobre la autoedición y, cómo no, a la pregunta de siempre:

¿Son peores los e-books autoeditados que los ofrecidos por editoriales “tradicionales”?
La respuesta es complicada, sí. Al igual que ocurre con la autopublicación en formato físico, la autoedición digital no es mejor ni peor que la edición tradicional, al menos en principio. Pero si pusiéramos el ebook autoeditado y el libro digital “tradicional” en una balanza, los resultados podrían inclinarse más hacia un lado, debido a varios factores.

No es solo el contenido
No se trata solo del filtro de calidad (de contenido y forma) que se espera de una editorial tradicional. Muchas editoriales tradicionales trabajan con imprentas digitales que se ocupan de hacerles la transformación de un libro de papel a e-book. Si el libro en papel ya estaba bien maquetado y preparado para preimpresión, en un formato de archivo óptimo, hay más posibilidades de que el e-book también tenga buen aspecto. Es diferente, claro, cuando una editorial tradicional saca directamente el e-book, sin pasar por el papel. Si no está dispuesta a invertir en los intermediarios necesarios, el resultado puede ser francamente malo.
Aun así, hay editoriales que se conciben como digitales desde un principio, editoriales dispuestas a invertir en diseño. Y, por otro lado, hay muchísimos autoeditados que saben muy bien lo que se hacen.

En resumen: los libros digitales autoeditados y los libros digitales realizados por editoriales “normales” no tienen por qué competir en calidad. Eso sí: por diferencias de presupuesto y de filtro, los segundos tienden a ofrecer, en conjunto, un aspecto más aceptable. Lo cual hace que nos preguntemos, clamando al cielo…

¿Qué podemos hacer al respecto?
El autor autoeditado no suele disponer de fondos para pagar a los profesionales que suelen verse involucrados en el proceso de edición tradicional, pero hay muchas editoriales que tampoco parecen por la labor de cuidar el aspecto y contenido de sus libros.

Todos los meses sorteo libros digitales en mi lista de correo, donde intento favorecer y promocionar libros escritos por hispanohablantes. Dedico bastante tiempo a husmear entre libros digitales, tanto en páginas propias de editoriales como en plataformas de venta. La oferta es, como os podéis imaginar, muy variada. No puedo ni empezar a contar la cantidad de e-books que tengo que dejar de lado por las razones que os enumeraré a continuación. Cuando no puedes permitirte el lujo de darle más de cinco minutos a cada libro, desarrollas bastante rápido unos criterios veloces de eliminación.

Nadie se salva y fallos se cuelan siempre. Yo también creo y corrijo e-books, y meto (y meteré) la pata, como todo el mundo. Pero por ahora me limitaré a contaros lo gordo: lo que hace que yo, como consumidora, huya corriendo de un libro electrónico si no presenta estas propiedades, sea autoeditado, publicado por una gran editorial o producido por ositos polares en una fábrica nevada que ha caído en un agujero transdimensional en el Polo Norte (aunque creo que le pondría menos pegas a ese último). Estoy segura de que me habré dejado cosas importantes fuera, y de que vosotros tendréis, por vuestro lado, vuestras propias exigencias particulares. Para eso está la sección de comentarios: para que las compartáis y opinéis al respecto.

Y ahí va. Todo aquello que podemos hacer para que nuestro libro no eche atrás de un solo vistazo a un lector en potencia:

  1. Un avance gratuito bien señalizado: Esta no es ninguna tontería. ¿Para qué me voy a molestar en mirar siquiera libros que no sé cómo estarán escritos? Un avance me dará enseguida la información que necesito, me dará a entender si el libro será de mi gusto o no. Con apenas unas páginas, tu lector sabrá si tu libro le interesa. Además, te evitarás el riesgo de malas reseñas y comentarios de lectores que simplemente, no son aficionados a tu estilo, género o temática.Eso sí, ten mucho cuidado con los avances, no digas simplemente: “Hala, voy a ofrecer las diez primeras páginas”. Si tu libro tiene una introducción, un prólogo, una página de créditos y etc., es posible que el lector llegue al final del avance sin haber leído una sola página del libro en sí.

  2. Una sinopsis que no dé vergüenza ajena: En el fondo no sé si debo dar este consejo, porque una mala sinopsis me sirve para descartar un libro sin tener que descargarme siquiera el avance, ¡así que igual estoy jugando en mi contra! Pero pensad que si vuestra sinopsis no da toda la información que el lector necesita, si no es emocionante para enganchar al lector, si está mal redactada y llena de faltas de ortografía y erratas, la impresión no es muy buena.


    Intenta huir de sinopsis tipo y de todo aquello que se ha dicho mil veces: “Una obra que no dejará indiferente al lector”, “una aventura única al corazón de blablabla”, “un secreto que protegerán con su propia vida”, “lo que nunca pudieron imaginar es que blablabla”, “pasión y oscuridad se unen en un torbellino de blablabla”. Necesitas algo que venda el libro, lo que algunos llaman el elevator pitch. Imagina que coincides en un ascensor con Steven Spielberg y tienes que contarle de qué va tu libro en el tiempo que tardáis en llegar a su planta. Ya te puedes dar prisa.

  3. Una maquetación con una calidad mínima: Tal vez esto ya sea una manía mía, pero he dejado de leer algunos libros porque no tenían sangrado de ningún tipo. Nada que separase un párrafo de otro, que marcase un diálogo… nada. Todo recto a la izquierda. Y ese es solo un ejemplo de los problemas que pueden hacer que un texto sea difícil e incómodo de leer.
    Debido a las dificultades de formato y a las conversiones a distintos tipos de archivo, en el e-book pueden admitirse pequeños problemas que en un libro físico se verían mal, como por ejemplo las viudas y huérfanas. Pero de ahí a que se peguen todos los párrafos juntos, que saques tu libro en Comic Sans o que uses guiones cortos en vez de rayas en todos los diálogos hay un trecho. Aunque esto último lo haya hecho yo en algún momento (ejem), no es excusa para que lo hagas tú también.
    Entiendo que no puedas permitirte a un maquetador profesional (y recuerda que necesitarías a un profesional especializado en digital), pero sí que puedes procurar darle una forma agradable y fluida a tu texto. Huye de esos errores que hemos cometido todos y aprende algunas pautas básicas de maquetación. Lo cual nos lleva a...

  4. Una revisión ortográfica: Leí por ahí que lo que caracteriza a un buen libro (o por lo menos a un libro de éxito) es que entramos enseguida en un estado de eso que los angloparlantes llaman flow, por el que olvidamos que estamos leyendo (los personajes se convierten en personas reales, los entornos se vuelven visuales, los diálogos suenan en nuestras cabezas). ¿Cómo podemos mantener esa sensación en el lector si esa realidad imaginaria se ve constantemente interrumpida por erratas y faltas de ortografía?
    Lo mismo: si eres autoeditado, tal vez no puedas permitirte un corrector, pero como escritor deberías tener un mínimo conocimiento ortográfico y gramatical. Y este problema no es exclusivo de los autopublicados: da miedo cuántas editoriales están prescindiendo ahora de la figura del corrector de confianza (o incluso del corrector a secas). Por supuesto que se te ban ha heskapar heratasy faltaz (además, nos cuesta más encontrar fallos en nuestros propios textos), pero procura reducirlas al mínimo. Pásale tu texto a alguien de confianza antes de publicar tu obra y verás cuántas erratas encuentra.

  5. Una portada que no esté hecha con Paint: Cuando empecé a darle forma al e-book en el que estoy trabajando ahora estuve muy tentada de usar una portada hecha por mí. Lo mío no era Paint, era Photoshop, ¡lo juro!
    El problema es que somos muy malos juzgando lo que hacemos nosotros mismos. Yo, que generalmente expreso opiniones sobre portadas ajenas con una facilidad casi ofensiva (¡lo siento!), no soy capaz de deciros si esa portada mía estaba bien o estaba mal. Así que me busqué un servicio de portadas prediseñadas y compré una. Que sigue pudiendo ser fea (¡y yo qué sabré!), pero por lo menos tiene un aspecto algo profesional. Otro consejo: si no eres diseñador, huye de lo raro y original y quédate con lo seguro, con lo que funciona. Estudia otros libros de tu sector y encuentra las semejanzas. Por cierto, en mi búsqueda de portadas prediseñadas, de la que ya os hablaré más adelante, di con algunas webs de una calidad… discutible. Aquí tenéis una si queréis reíros un rato (algunas de las que ofrece la web están aceptables, pero os enlazo a las más llamativas.  No tengo muy claro si son cubiertas de libros o láminas del Ojo mágico).Y luego solo hay que darse una vuelta por webs como Lousy Book Covers.

  6. Un precio razonable: Este es un tema muy discutido en el entorno de la publicación digital. Algunos compradores están convencidos de que pagar más de un euro por un libro electrónico es un robo a mano armada. Creen que el ebook no tiene valor al no tener una presencia física; esto es ridículo. El trabajo de un autor sigue ahí, y muchos lectores no son conscientes de que sigue habiendo intermediarios que se llevan una parte de cada venta. Pero tampoco tiene sentido cobrar un libro digital a un par de euros menos que su equivalente en papel. 2,99 dólares se ha convertido en un precio muy común en el entorno Amazon, debido a que 2,65$ es el límite por el que la web pasa de pagarle un 35% del PVP a un 70% al autor, una diferencia notable, y ese tipo de precio se está extendiendo también a otras plataformas. Como consumidora, normalmente estoy satisfecha si el libro digital cuesta un poco menos que la mitad de su equivalente en papel. También son interesantes otras variantes de precio, como mi favorito: el pago dinámico, que ofrecen webs como Humble Bundle, Smashwords o, aquí mismo, LEKTU. Cada autor tiene una estrategia distinta, y tácticas de precio diferentes. Puede compensar poner a un euro un cuento o una novela corta para promocionar otras obras más caras. Pero si solo tienes una novela a la venta y esa vale un euro, también es posible que el consumidor lo estime a la baja, como si ese precio fuera representativo de su contenido. Ya acabaron los tiempos en los que poner un libro a 0,99 € te aseguraba un buen montón de ventas.
  7. Que no tenga DRM: Hablar de la piratería exigiría otro artículo aparte (¡y cuán largo sería!), y como autora soy la primera a la que le duele en el corazoncito cuando doy con los que se ríen de los “pringaos que pagan por un libro”. Haberlos haylos. En mi círculo de amistades tenemos el dicho de que no eres nadie hasta que no te piratean. Magro consuelo, claro: ver tus horas y horas y horas de trabajo ahí enlazadas de forma gratuita no es agradable. Pero eso no significa que los compradores tengan que pagar el precio del pirateo, del mismo modo que no tiene sentido poner un anuncio antipiratería al principio de un DVD. ¿Por qué castigas al consumidor (¡al que ha pagado!), poniéndole una medida de seguridad que ni siquiera sirve para proteger al producto?Ya tenemos bastantes conflictos y peleas con el tema de los derechos de autor. El DRM solo sirve para cabrear al que paga. 



Tres puntos más: Útiles, pero no indispensables

Y ahora os dejo mis tres últimos requisitos, algunas características que, si bien no son fundamentales, para mí son de mucho agradecer:

  1. Un índice vinculadoEso es. Un índice clarito al principio de los libros donde podamos pinchar y acceder a los distintos capítulos o secciones de la obra. O cualquier función equivalente.
  1. Algún medio de contacto con editorial y/autor, y otros datos sobre la obra: Como siempre ando buscando libros para leer y sortear, se agradece mucho algún enlace a webs o emails donde poder contactar con el autor y/o la editorial. Todos los demás extras (artículos o reseñas sobre la obra, comentarios del autor, datos sobre otras obras de la editorial o del escritor) son un gran plus a su favor.

  2. Un contenido realmente excepcional: Por pedir que no quede, ¿verdad?
Y vosotros, ¿qué le pedís a un libro electrónico?





    martes, 27 de enero de 2015

    Incorporamos la lista de deseos a Lektu


    Para que tu navegación por Lektu sea más eficaz hemos incluido una nueva característica en las fichas de producto: La opción de incluir los productos que quieras en una lista de deseos personal.

    De esta manera podrás acceder a los productos que desees adquirir más adelante o que simplemente prefieras consultar en otro momento desde tu cuenta de manera privada, aunque en un futuro podrás seleccionar que productos de la lista quieres hacer públicos para que tus amigos sepan tus preferencias e incluso ser notificados en tu cumpleaños si ambos estáis conectados a LEKTU mediante Facebook. 


    Otro punto importante de esta nueva opción es que los creadores de contenidos podrán consultar en su pestaña de estadísticas las interacciones que reciban las fichas de producto para poder analizar cuales son los productos más deseados por sus seguidores. 

    Como habéis podido observar llevamos dos semanas de implementaciones constantes así que ¡permaneced atentos a Lektu!



    jueves, 22 de enero de 2015

    Llegan los comentarios y votaciones a Lektu.

    Como ya habíamos comentado anteriormente estamos trabajando en hacer Lektu más social. Empezamos incluyendo una biblioteca con la que poder acceder fácilmente a los títulos que hayas descargado desde cualquier lugar y con la creación de tu avatar personalizado. Ahora damos paso a los comentarios y votaciones, una implementación que  ayudará a los usuarios a decidirse por productos desconocidos y que facilitará la interacción entre los usuarios. 

    Comentar es muy sencillo: al final de la ficha de cada producto tienes un editor de texto para que incluyas tus impresiones y comentarios sobre el producto. También cuentas con un sistema de votación de una a cinco estrellas para que reflejes tu calificación global y la opción “me gusta” en otros comentarios.

    Si quieres puedes consultar tu actividad desde la pestaña de tu cuenta seleccionando la opción “Mis valoraciones y votos” y la de otros usuarios en la pestaña “Críticas”, la cual dispone de tres categorías: Los más recientes, los más comentados y los más populares. 

    Además, para seguir las conversaciones que te interesen solo tienes que pinchar en la pestaña situada debajo de cada comentario y consultar la actividad desde tu cuenta, en “mis seguimientos”.

    Pensando en nuestros creadores de contenidos, en el menú de administrador encontrarás la opción “comentarios” para que puedas tener acceso a todos cómodamente e incluso podrás diferenciar entre quienes han comentado después de descargar tu producto 

    Creemos que esta opción es un primer paso para crear comunidad y encontrar usuarios con gustos similares con los que compartir opiniones. ¿Os parece bien esta nueva opción? ¿Qué otras opciones te gustaría encontrar en Lektu? ¡Déjanos tu comentario!